El estigma del videojugador se resume en evasión, irresponsabilidad y adicción. El gamer lleva la piedra de la oportunidad perdida del mundo real y lo falso de lo virtual. Somos eternos Peters panes en un mundo que nos reclama madurez.
Mi camada creció en el discurso que jugar videojuegos es tiempo perdido, por eso muchos de nosotros nos reconocimos en el personaje de Sam Brenner (Adam Sandler) de “Pixels”, al igual que él nos sentimos perdedores esperando la invasión alienígena, esperando nuestra revancha para demostrar al mundo nuestra destreza.
Yo también jugué a las figuritas, a la payana y corté cañas en el baldío, hasta que un oscuro Morpheo vino a ofrecerme la tercera píldora para el desazón de mis padres. Desde ahí no hubo vuelta atrás. El videojuego se volvíó lo más importante. Horas y horas sumergido en universos pixelados, el desafío, la aventura, neurotransmisión a full. En ese entonces todo eso era magia. Uno se sentía feliz. Uno se sentía pleno. Los recuerdos y la añoranza por los excesos han convertido a los videojuegos para mi, en una especie de religión. Viviré homenajeándolos con el alma aunque siempre los sienta un placer prohibido.
El filósofo esloveno Slavoj Zizek se ha referido a este tema planteando “¿Porqué necesitamos este suplemento virtual?” “Nuestra libido necesita una ilusión en orden para sostenerse a sí misma. Nuestro fundamental engaño, es hoy, no tomar las ficciones seriamente. Crees que es sólo un juego, es realidad. Es más real de lo que parece… La idea es: “en realidad soy una persona débil.” Entonces, en orden de suplementar mi debilidad real en la vida, adopto la falsa imágen de una persona fuerte… “Quiero parecer fuerte, más activo, etc. porque en la vida real soy una persona débil.” ¿Pero que pasa si lo leemos de la manera opuesta? Que este fuerte, brutal, etc. que esta identidad es mi verdadero ser, en el sentido de que esta es la verdad de la psiquis de mi ser, y que en la vida real, por las restricciones sociales, etc. no me es permitido realizarlo, precisamente porque pienso que sólo es un juego. “Es sólo una persona, una auto imagen que adoptó en el espacio virtual.” Puedo ser ahí más verdadero, puedo actuar ahí una identidad más cercana a mi verdadero ser.”
Hoy las nuevas generaciones, que crecen mientras el muro mental se derrumba, lejos de encontrarse perdidos en “los jueguitos” son capaces de comprender el legado artístico y cultural de las obras que están grabadas a fuego en en nuestra generación y disfrutar libremente de las glorias nuevas. Hoy las nuevas generaciones saben que “God of War 4” es una experiencia superior al cine. Nadie en su sano juicio te diría “Bro, ya no mires películas, pierdes el tiempo, vive la vida real”.
Las nuevas generaciones lejos de evadirse se han sumergido de lleno en el medio. Una nueva raza ha encontrado su vocación y dejan su vida plasmando sus capacidades artísticas en la música y el diseño, como decían nuestros padres “matando las neuronas” pero para crear la ingeniería que ponga en funcionamiento la “emotion engine” del videojuego. Gastando neuronas y tiempo para crear el guión, los personajes, los entornos. “Aislándose” para traducir códigos de programación para que el monstruo tome vida y finalizar a tiempo. El fruto de este sacrificio será su mejor legado.
La evolución de las tecnologías y la capacidad de entender “la realidad” han demostrado que ella es sólo una construcción. En cierto modo el ser humano se encuentra encerrado en una realidad aparente permanente y manipulable. Sin embargo en esta “virtualidad de lo real”, nuevos hombres y nuevas mujeres aprenden a potenciar sus capacidades, a realizarse plenamente y transformar su existencia.
Seguramente si se pudiera reiniciar la partida y volver a jugar mi vida, volvería a tomar la tercera píldora.
“El hombre sólo juega cuando es libre en el pleno sentido de la palabra, y sólo es plenamente hombre cuando juega.” – Friedrich Schiller.
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